jueves, 28 de junio de 2007

Karl Jaspers, filósofo de la razón/Los grandes filósofos



Kart Jaspers, filósofo de la razón

Por
Claudio Gutiérrez

Con la muerte de Karl Jaspers el mundo ha perdido una de las grandes figuras intelectuales del Siglo XX. Su obra inmensa ha influido en todos los órdenes de la cultura, su herencia moral e inspiradora no menos que su trabajo erudito: aprecio profundo por las vías racionales; veneración por la libertad y el diálogo; pasión por la investigación y el avance del conocimiento; religiosidad profunda, aunque radicalmente depurada; humildad ejemplarizante en la aceptación de una "culpa metafísica" por los sucesos de la Alemania de Hitler ("Pudimos buscar la muerte cuando los crímenes se hicieron públicos... Preferimos permanecer vivos sobre el débil aunque lógico argumento de que nuestra muerte no habría ayudado a nadie").

Pero sobre todo, su obra es un monumento a la racionalidad humana, o mejor a la aspiración del hombre por lograr la racionalidad. Su lucha intelectual es la lucha de la razón "contra sus enemigos en nuestro tiempo" (según el revelador título de uno de sus libros). Su reacción contra el marxismo, el nazismo, el psicoanálisis y pansexualismo, y otras doctrinas pseudocientíficas de la época es la forma principal de su cruzada en pro de la razón. Es su filosofía un NO a todo dogmatismo que pretenda poseer toda la verdad, pues la verdad solo se atisba en el diálogo, la comunicación y el filosofar desde posiciones históricamente limitadas.

Podemos llamar a Jaspers filósofo del ecumenismo. Su gran empresa es la búsqueda de una philosophia perennis como integración de las verdades parciales de todos los sistemas filosóficos. Para él, la razón es una sola cosa con el deseo de comunicación ilimitada; verdad sin comunicación es lo mismo que falsedad, pretensión de dominio del todo humano desde una de sus pequeñas partes. Dios, eterno, tiene visión de la verdad completa. Los hombres, históricos, buscamos la verdad dificultosamente en la comunicación. Los obstáculos de la comunicación son los obstáculos de la verdad. La razón es el ámbito de esa comunicación ilimitada, cuya fuerza motora es el amor que acerca a las personas y las dispone al diálogo.

Aceptar que estamos limitados y no podemos coincidir en una sola verdad lograda no quiere decir perdernos en la desintegración intelectual. "En el origen era lo Uno", aunque ahora nos sea inaccesible; desde ese origen nos llama a reconstituirle. La verdad una olvidada, imposible de restablecer completa en el tiempo, se hace presente sin embargo como movimiento que lleva a la comunicación. Tampoco el hombre individual puede volverse mejor fragmentariamente: el fundamento del carácter es la unidad del principio interno de la conducta. Unidad por comunicación entre los hombres y unidad por integración de los distintos aspectos de la personalidad: el ideal jaspersiano de salud para la sociedad y para el individuo.

El toque existencial de su idea de racionalidad es que la razón no la considera cosa asegurada: es un proceso de conquista permanentemente renovado. "La razón no existe por naturaleza, es exclusivamente fruto de la decisión". La razón no sobreviene espontáneamente: surge de la libertad y es tan susceptible a extinguirse como la libertad. De ahí que nos pida no dejarla perecer, no permitir que caiga bajo el embate de los dogmatismos. El hombre no es un ser racional: se hace racional, cada vez más, en la existencia concreta de cada día.

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Los grandes filósofos
(Fragmento)

Por

Karl Jaspers


Realidad fundamental de esa vida era la conversación socrática. Discutía Sócrates con artesanos, hombres de Estado, artistas, sofistas, hetairas. Como tantos atenienses, pasaba el día en la calle, en el gimnasio, en banquetes. Y su vida es una continua conversación con todo el mundo. Pero esta conversación posee un rasgo novedoso, totalmente desconocido para los atenienses: es conversación que sacude en lo más profundo el alma de sus interlocutores, desasosiega y avasalla. Desde siempre la conversación había sido la forma de vida del ateniense libre; ahora, como instrumento del filosofar socrático se transforma en algo diferente. Es, por naturaleza, necesaria para la verdad misma, que sólo en la comunicación de hombre a hombre se hace patente. Para estar en claro, él, Sócrates, tenía necesidad de los hombres; y estaba convencido de que ellos necesitaban, a su vez, de él. Sobre todo los jóvenes. Su propósito era educar. Para Sócrates la educación no es un quehacer incidental operado por el que sabe en aquel que no sabe, sino el ámbito donde los hombres a través del mutuo contacto llegan a sí mismos al revelárseles lo verdadero. Al pretender ayudar a los jóvenes, ellos, por su parte, lo ayudaban a él. Esto acontece del modo siguiente: descubriendo las dificultades de lo aparentemente evidente, desconcertando, forzando a pensar y enseñando a buscar, interrogando siempre y no eludiendo la respuesta, todo ello en función de la idea fundamental de que la verdad es aquello que une a los hombres. De esta realidad fundamental se desarrolló después de la muerte de Sócrates el diálogo en prosa como género literario, cuyo máximo exponente fue Platón. Sócrates no se vuelve, como más tarde Platón, contra el movimiento sofístico en su conjunto. No funda ningún partido, no hace propaganda ni formula alegatos justificativos, no crea ningún instituto educativo. No propone ningún programa de reforma del Estado, ni enseña ningún sistema del saber. No se dirige a ningún auditorio, ni al pueblo reunido en asamblea. Dice en la Apología: “Yo siempre me dirijo solamente al individuo”; y funda su actitud, en ese pasaje, irónicamente, argumentando que quien enfrenta abiertamente a la masa corre peligro de perder la vida, razón por la cual el que quiera defender lo justo pero vivir siquiera corto tiempo tiene que limitarse a tratar con individuos. Podemos tomar esto en un sentido más amplio: La no-verdad del estado de cosas existente, trátese de un régimen aristocrático, democrático o despótico, no puede ser eliminada por grandes acciones políticas. Cualquier mejoramiento presupone que el individuo se eduque, educándose a sí propio, que se despierte a su efectiva realidad la substancia aún oculta del hombre, y por ello por la vía del conocimiento que es, a la vez, obrar interior, por la vía del saber que es, al mismo tiempo, virtud. Llegar a ser un hombre virtuoso es llegar a ser un buen ciudadano. Por consiguiente todo depende del individuo en cuanto individuo, al margen del éxito y de la influencia que pudiera tener en el Estado. La independencia de quien es dueño de sí (eukrateia) , la libertad verdadera que nace de la comprensión intelectiva, es el suelo último donde el hombre se enfrenta con la divinidad.



Textos tomados de:http://www.claudiogutierrez.com/nacion69d.html- y de
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1863

Imagen de obra de Rafael tomada de:http://www.col-camus-soufflenheim.ac-strasbourg.fr/telech/Platon%20Aristote.jpg

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